19 de abril de 2008

EL MEXICO TERRORISTA

Hay que agradecerle a Álvaro Uribe su presencia en nuestro país para venir a dejar en claro algo que hemos querido ignorar en la búsqueda de culpables y en la ignorancia de los hechos: los mexicanos muertos y la sobreviviente son, por añadidura, complicidad y sentido común, algo más que simples estudiantes. Algo oscuro, algo delincuencial. Déjeme explicarle.

México tiene una larga tradición como base de operaciones, financiamiento y apoyo a las guerrillas en la historia de América Latina y nadie descubre el hilo negro al apuntar esto. El de México ha sido un papel de doble hoja y triple filo en lo que se refiere a las puertas abiertas a los pueblos latinoamericanos pues juega en ambos lados de la cancha. Mientras los presidentes estrechan manos –por muy disímbolos que sean sus proyectos– las instituciones cierran los ojos a la presencia y operación de estos grupos bajo el argumento de la no intervención en los conflictos de otros países y el respeto inequívoco a las garantías de todos aquellos que estén en territorio nacional. Como tesis del romanticismo social es algo que raya en lo perfecto. Sin embargo, cuando estos vuelven a su país y colocan explosivos en lugares públicos, secuestran a miles de civiles inocentes y asesinan con collares de PVC y C4 a figuras públicas para “apuntalar su lucha”, la visión cambia. Llama la atención, entonces, que la UNAM esté tan abierta a la confrontación con un régimen democrático como el de Uribe, porque la condena (compartida por la muerte de los “estudiantes” más no por el trasfondo) parece buscar la legitimación de un movimiento terrorista. Aquí no se trata de santificar a quienes murieron sólo “por el respeto a su memoria”. Urge descubrir la respuesta a las preguntas de las que nadie se ha querido responsabilizar. ¿Qué hacían en un campamento de las FARC? Es inverosímil, insultante e ingenuo su argumento académico. ¿Tan fácil es acercarse al sublíder de un grupo terrorista? Porque hasta se antoja mandar a estudiantes de la UNAM a buscar al Chapo Guzmán o a Osama. ¿Juzgaremos bajo la óptica de la desgracia y no bajo el absolutismo de la verdad el caso? La verdad es que Uribe, con la dirección y la información de un Presidente, vino a dar la cara. No vino a bajar la mirada, sino a mantener la lógica y la congruencia de sus actos, a pesar de los costos. A pesar de las críticas. A pesar de las ignorancias. A ver si los políticos de aquí le aprenden algo.

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