5 de abril de 2008

LA ANTORCHA DE LA BESTIALIDAD

Lo que le voy a decir parecerá un poco fatalista. En los últimos días he visto algo que resulta pavoroso y que me hace llegar a esta conclusión: México no tiene futuro. Vaya, no tiene presente. Y, como rockstar en el retiro, sólo aspira a vivir del recuerdo, sin esperanza de aprender del mismo. Déjeme explicarle.

¿Cuál es el gran tema nacional? Es evidente que la reforma del petróleo (porque ya se olvidaron que intentaba abarcar el espectro energético entero) estará en sus primeras respuestas, debido a esta constante repetición a la que hemos sido sometidos. Quizá la elección en el PRD (y sus consecuentes porquerías) sea parte del TOP 3 en esta hipotética encuesta. Por supuesto, no habrá de faltar en un bronce meritorio, Juan Camilo y sus fantasmas de ropero (prestado, eso sí, por el picapleitos estelar) para cerrar los nominados. Pero la triste realidad es que el tema en México es otro. El tema en México es esta imperiosa necesidad de seguir jodidos. Piénselo bien antes de empezar a enojarse. Políticamente, nos esforzamos en mantener partidos políticos que prostituyan todas y cada una de las reglas de la democracia en aras de mantener y aumentar sus cuotas de poder, sin importar el riesgo que exista para el país. Y no es cuestión de colores o mesías, sino de cultura política misma. Económicamente, estamos esperando que el gobierno, cual Dios todopoderoso, provea sin que hagamos nada por apuntalar y fortalecer las instituciones democráticas del Estado al que le exigimos con tanta holgura. Socialmente, estamos empantanados en nuestra propia idiosincrasia de la que un balón, una telenovela o un reality show nos habrán de venir a salvar. Aquí el tema no es del gobierno (aunque siempre es el culpable favorito por excelencia) o de las instituciones (por nombrar lo que ciertas masas siguen cual espejo), sino de una sociedad que se preocupa más por los emos y Hugo Sánchez que por la soberanía y sustentabilidad económica del país.

Recuerdo una tira de Mafalda en la que Felipe le asegura a la protagonista que él es un convencido de que el mundo se arreglará cuando se vayan los que lo manejan mal. Mafalda, en su crudo y angustiante realismo, contesta: “Andá, Felipe, que siempre habrá alguien dispuesto a recoger la antorcha de la bestialidad”. Sin duda, “La contestataria” (como la bautizara Umberto Eco) no hubiera creído que quien la recogería sería la sociedad misma.

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