10 de noviembre de 2007

SE LOS LLEVO... LA OLA

Así es, mi querido amigo. Se los llevo a todos. Y no me refiero a los desaparecidos del pueblito chiapaneco que, cual tierras indonesias, vivió su propio y terrorífico tsunami. Hay otros a quienes se llevó y son muchos. Algunos lo agradecen y otros aún no terminan de creer su buena suerte. Déjeme explicarle.

La ola se llevó la dignidad política de unos cuantos que, como lo dijimos la semana pasada, explotan –en exceso y sin el más mínimo sentido de la elegancia– la tragedia del sureste, con imágenes suyas que los proclaman como salvadores del pueblo tabasqueño. Otros anteponen los caprichos del pejezoide criminal de la ridícula “toma de foto” a la planeación hidráulica para la cuenca del Valle de México o priorizan el anticipadísimo trabajo electoral presidencial mientras juegan a repartir víveres y apoyos con playeras electoreras que presumen la imagen del carnalito defeño.

La ola se llevó, otra vez, la decencia humana que, ante la desgracia optó por apelar a la sensibilidad humana del mexicano que no puede vivir sin su domingo de futbol y películas de Pedro Infante y que, con la televisión familiar debajo de 3 metros de agua, el paso más lógico era tomarla de la primera tienda que estuviera abierta. Ahí luego los invitamos a que vean lo chido que se ve la Maribel Guardia en 50 pulgadas.

La ola se llevó, tristemente, la fortaleza y la presión mediática para investigar no el escándalo Fox-Sahagún que parecía la comidilla del momento ante la falta de temas de inteligencia tangible, sino las investigaciones sobre la vulnerabilidad de las instalaciones estratégicas de Pemex y sus trabajadores, desde los atentados del EPR hasta la tragedia de Campeche que tuvo la importancia de levantar los precios del petróleo a niveles históricos.

La ola se llevó muchas cosas, pero también su fuerza nos dejó unos recuerdos imborrables que van más allá de los desplazados o los pueblos desaparecidos. Nos dejó la realidad de que México sigue siendo un país que corrige y no que previene. El 16 de octubre de 2005, en esta misma trinchera dije que mientras no se lleve a cabo un plan nacional de asignación de presupuesto para la prevención de los desastres, seguiremos siendo observadores de la desgracia mientras pagamos la “democracia” más cara del mundo. Hoy, los resultados son duros y lamentables. Porque al final, lo único que podremos decir es que a México entero se lo va a llevar… la ola.

Saludos,

D

No hay comentarios.: