15 de septiembre de 2007

¿INDEPENDENCIA? SI SEGUIMOS SIENDO ESCLAVOS


Pocas veces que yo recuerde, he llegado al 15 de septiembre con tan poco ánimo de festejar algún miserable vestigio de independencia pues este 2007 me siento más esclavo que nunca y, lo que es peor, las instituciones públicas que habrían de darme libertad y tranquilidad, son las primeras en cerrar los grilletes y aventar al fango la llave de la celda. Déjeme explicarle.

Sartori dice en su libro “Ingenieria Constitucional Comparada” que el presidencialismo mexicano sobresale por ser un espécimen singular que no ha sido interrumpido por golpes militares y que no se caracteriza por oscilaciones entre el exceso de poder arbitrario y la impotencia. Esta tesis –válida per sé hasta la muerte del priismo hegemónico– podría sonar un tanto fuera de forma (por aquello de la impotencia presidencial foxista natural, según la teoría, tras la transición democrática) pero se fortalece al asegurar que, a diferencia del sistema político norteamericano, el sistema nacional se funda en la concentración del poder. ¿Cómo gritar “Viva México” cuando el legislativo juguetea con la tiranía? La reforma fiscal nos ha salido demasiado cara a los mexicanos. Si al menos fuera una reforma fiscal de fondo que, verdaderamente, garantice el crecimiento económico de México, la superación de la pobreza, la cancelación de la deuda histórica y social, la inyección absoluta de recursos al país y el fin de la patológica dependencia que se tiene del petróleo, los costos para aprobarla nunca serían demasiado altos. Pero cuando sólo se trata de la aprobación de un impuesto empresarial y del aumento a la gasolina, la muerte del sistema democrático del país parece un precio demasiado elevado como para salir a vitorear en pleno mes patrio. ¿Cómo celebrar la llegada de una reforma electoral que se sustenta en argumentos tramposos y cínicos que nacen de una verdadera exigencia ciudadana? Además, todo el jaloneo por aquel “contratar y difundir” mensajes en contra de candidatos representó, por un lado, la obtusa visión de los legisladores que, acostumbrados a sus luchas intrínsecas y caprichosas por el poder esperaron que los medios (metidos en una natural lucha por el rating) no se unirían nunca y el claro ejemplo de que la partidocracia está con los tambores de guerra en todo lo alto debido a una venganza caprichosa basada en la derrota.
¿Viva México? ¿Viva nuestra libertad? ¿Cuál libertad?

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