17 de octubre de 2007

EDITORIAL 35mm. 4ta PARTE

OTRA FORMA. MISMO FONDO.
SEGUNDA PARTE
No obstante, la actualización de las obras no obedece primordialmente a una involución en la cultura artística, sino que, en otras ocasiones, se debe a un fenómeno totalmente contrario a esto. En algunos casos, la maestría del director o realizador es de tal magnitud que, como comentamos anteriormente, nos sorprende con una historia que ya conocemos de manera inconsciente[1]. Tal es el caso de obras cinematográficas como El Laberinto del Fauno (Del Toro, 2006) que nos cuenta, de manera nueva pero igualmente profunda en esencia, el viaje emprendido en La Divina Comedia de Dante o el camino de retos y tareas que Hércules debe emprender para buscar el perdón de los dioses por asesinar a sus hijos (en la original mitología griega) o para retornar al Olimpo después del macabro plan de Hades en su contra (en la versión infantil de Disney). Esta manera de contar las mismas historias con nuevos recursos imaginativos (que no tecnológicos) se puede ver de manera fundamental en el siguiente ejemplo.

Antes del ejemplo, regresaremos a Joseph Campbell. Esto para reforzar la idea de la repetición de historias. Dice Campbell, a manera de resumen de la aventura del héroe:

El héroe mitológico abandona su choza o castillo, es atraído, llevado, o avanza voluntariamente hacia el umbral de la aventura. Allí encuentra la presencia de una sombra que cuida el paso. El héroe puede derrotar o conciliar esta fuerza y entrar vivo al reino de la oscuridad (batalla con el hermano, batalla con el dragón; ofertorio, encantamiento), o puede ser muerto por el oponente y descender a la muerte (desmembramiento, crucifixión). Detrás del umbral, después, el héroe avanza a través de un mundo de fuerzas poco familiares y, sin embargo, extrañamente íntimas, algunas de las cuales lo amenazan peligrosamente (pruebas), otras le dan ayuda mágica (auxiliares). Cuando llega al nadir del periplo mitológico, pasa por una prueba suprema y recibe su recompensa. El triunfo puede ser representado como la unión sexual del héroe con la diosa madre del mundo (matrimonio sagrado), el reconocimiento del padre-creador (concordia con el padre), su propia divinización (apoteosis) o también, si las fuerzas le han permanecido hostiles, el robo del don que ha venido a ganar (robo de su desposada, robo del fuego); intrínsecamente es la expansión de la conciencia y, por ende, del ser (iluminación, transfiguración, libertad). El trabajo final es el del regreso. Si las fuerzas han bendecido al héroe, ahora éste se mueve bajo su protección (emisario); si no, huye y es perseguido (huida con transformación, huida con obstáculos). En el umbral del retorno, las fuerzas trascendentales deben permanecer atrás; el héroe vuelve a emerger del reino de la congoja (retorno, resurrección). El bien que trae restaura al mundo (elixir).[2]

Ahora, pensemos en la literatura clásica de los héroes medievales y, volviendo a leer de tanto en tanto el párrafo anterior, agreguemos a la preparación unos miles de años hacia atrás (por aquello del hace mucho tiempo) y un viaje intergaláctico que nos llevará a una galaxia muy, muy lejana...

Luke Skywalker sale de la granja de sus tíos en Tatooine, a bordo de su deslizador junto a C3PO. Van buscando a R2D2 que se ha escapado la noche anterior. En el camino se encuentra con los Tusken Raiders, una raza de cazadores y asesinos furtivos que habitan en las zonas montañosas del desierto de Tatooine. Casi a punto de ser asesinado por los Tusken Raiders, Luke es salvado por una extraña criatura que ahuyenta a los Tusken. Al despertar, Luke descubre que la criatura no es otro que Ben Kenobi, un antiguo Jedi que le confiesa que Anakin Skywalker (padre de Luke, muerto hace muchos años) no era un piloto de carga espacial, sino un experimentado Jedi, guardián de la galaxia que luchó junto a Kenobi en las guerras clónicas y que perdió la vida a manos del traidor Darth Vader. Luke se niega a creer esto y, como prueba, recibe el sable de luz que dejara su padre antes de morir, pero se niega a acompañar a Obi Wan al extraño planeta Alderaan. Cuando regresa a su casa, descubre que soldados del Imperio Galáctico han asesinado a su familia y, sabiendo que no existe nada que lo ate a Tatooine, opta por acompañar a Kenobi y aprender el camino de la Fuerza. Después del rescate de la princesa, de la muerte de Kenobi y del aparente abandono de Han Solo, Luke se une a la resistencia rebelde para acabar con la más peligrosa arma del Imperio: la Estrella de la Muerte. Ahí, donde líderes de escuadrones y pilotos experimentados utilizando toda la tecnología a su alcance fallaron, Luke triunfará al dejarse guiar por el espíritu de Kenobi y por la sabiduría de la Fuerza. Luke es reconocido por la Alianza Rebelde como un héroe galáctico, se convierte en Comandante, en amigo de la Princesa Leia (líder de facto de la rebelión), en inseparable amigo de Han Solo (quien, ha quedado sugerido, conquistará el amor de Leia y todo lo que ello conlleva) y en ejemplo a seguir de toda una escuadra de pilotos y luchadores rebeldes que apenas conoce.[3]

De seguir resumiendo la historia, podríamos llegar, sin duda alguna, al reconocimiento del padre-creador (la secuencia entre Luke y un Anakin en agonía en la segunda Estrella de la Muerte) e, incluso, a la apoteosis de Vader en aquella secuencia final de The Return of the Jedi (Marquand, 1983) en la que los espíritus de Anakin, Yoda y Obi Wan se unen en la celebración final de la caída del Imperio Galáctico. Para esto, habría que entender que la historia de Star Wars es, vista en su conjunto de seis partes, la historia de Anakin Skywalker y su redención. Aunque si se prefiere ignorar la trilogía de precuelas, también es posible la apoteosis de Luke, solo que para ello es necesario avanzar hacia los capítulos 8 y 9 de la historia, escritos no por Lucas, sino por otros novelistas y extender el análisis del personaje hasta videojuegos como Jedi Knight II: Jedi Academy (Lucasarts), Star Wars: Republic Commando II (Lucasarts) y Star Wars: Imperial Alliance (Lucasarts).

La literatura, entonces, sirve para contarnos la historia del Rey Arturo que, hoy podemos verlo con una espada de luz y mañana podemos verlo caricaturizado en la versión de Walt Disney, pero que nos sigue conquistando en todas sus versiones por la importante necesidad que existe en el ser humano de responder a las formas simbólicas, sean cuales sean. Según Cassirer, en el arte no nos contentamos con la repetición o la reproducción de formas tradicionales. Sentimos una nueva obligación; introducimos nuevos patrones críticos. Pero, en la realidad, también la tradición desempeña un papel importante. Como en el caso del lenguaje, las mismas formas son transmitidas de una generación a otra. Los mismos motivos fundamentales del arte retornan una y otra vez. Y, sin embargo, todo gran artista verdadero hace, en cierto sentido, época[4]. Y es aquí donde la forma se tiene que ver alimentada, en su totalidad y no sólo en la imaginaria visual, del fondo mismo. Hay, en la actualidad, directores cinematográficos que se aventuran a reinventar las formas, haciéndolo con tal genialidad que llegó al grado de revolucionar y ayudar a que un género que tenía casi veinte años perdido, renaciera con nuevos bríos. ¿Quién, por ejemplo? Baz Luhrmann.

Cuando Luhrmann decidió retomar el clásico Romeo y Julieta sabía que sólo habría una manera de lograr que las nuevas generaciones bebieran y saborearan el idioma shakesperiano pues, asegura en entrevista que “...era suficiente con las versiones cursis y ligeras que se venían haciendo de la historia. Shakespeare puede ser divertido pero, lo que se había olvidado, es que Shakespeare es, antes que nada, sublime[5]”. La versión de Luhrmann es la primera, desde aquella versión de Franco Zefirelli en la que se utiliza el inglés clásico shakesperiano para contar la historia. ¿La diferencia? En lugar de la Verona clásica romántica del siglo XVI, nos encontramos con Verona Beach (hermosamente parecida a la ciudad de México y al puerto de Veracruz, locaciones de la película) y con personajes que se hablan con la robustez del idioma clásico mientras preparan sus pistolas 9mm con las que se batirán a duelo. Observar a Luhrmann jugar con las atemporalidades deleita la vista. Ahora, Romeo no corre por los callejones de Verona en sus mallas entalladas buscando a Tybalt espada en mano, sino que lo persigue al estilo violento y veloz en una especie de Cadillac clásico convertible para terminar volcando ambos en la escalinata de la Iglesia (hermoso simbolismo visual de la ceguera causada por la sed de venganza) donde Tybalt muere. Luhrmann puede ser amado u odiado por esta cinta. Sin embargo, se dio el lujo de repetir la dosis de novedad visual para contar otra historia de amor fallido, solo que lo hizo con otro telón de fondo y otros colores. Moulin Rouge, de entrada, revitalizó el género musical en el cine norteamericano. Y lo hizo contando una historia que hemos visto una y otra vez en las pantallas, al grado de que, casi cada año, hay una historia así que llega a las salas de los complejos cinematográficos. Por citar algunas, podríamos nombrar Sweet November, Autumn in New York, Love Story, y Las Alas del Deseo de Wim Wenders (prostituida en su versión hollywoodense Un Angel Enamorado), entre otras. Y, sin embargo, Moulin Rouge es considerada una obra maestra. ¿Por qué? Porque supo contar la historia con otras formas.
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[1] Joseph Campbell indica que la posibilidad de que los sistemas simbólicos representen creaciones naturales de la mente humana –de ahí su difusión– y señala que la situación perturbada de la sociedad occidental en los últimos tiempos bien pudiera deberse al descrédito progresivo en que han caído las mitologías y a la racionalización sufrida por ellas, con lo cual las imágenes simbólicas se refugian en su lugar de origen –el inconsciente– y el individuo aislado se enfrenta a los dilemas que, en un tiempo, resolvían satisfactoriamente los sistemas mitológicos colectivos. (Campbell, Joseph. El Héroe de las Mil Caras. Psicoanálisis del Mito. Colección Psicología, Psiquiatría y Psicoanálisis, Fondo de Cultura Económica. Décima reimpresión, México 2006)
[2] Campbell, Joseph. El Héroe de las Mil Caras. Psicoanálisis del Mito. Colección Psicología, Psiquiatría y Psicoanálisis, Fondo de Cultura Económica. Décima reimpresión, México 2006
[3] Versión extremadamente resumida de Star Wars. Episode IV: A New Hope (Lucas, 1977).
[4] Cassirer, Ernst. Antropología filosófica. Colección Popular. Fondo de Cultura Económica. Decimonovena reimpresión. México, 2000.
[5] DVD. Entrevista con Baz Luhrmann aparecida en la Edición Especial de Colección de Romeo y Julieta.

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