8 de octubre de 2007

EDITORIAL 35MM

Bueno, gente querida. Lo prometido es deuda y las deudas se pagan... Hoy arrancamos una serie de colaboraciones seriadas acerca del romance entre el Cine y la Literatura. ¿Cuántas colaboraciones serán? Aún no lo definimos, pero sí les puedo decir que podrán seguir este tema los días lunes y miércoles, para dar paso a la música los viernes y al resúmen político los domingos.

Hablar de literatura y cine es hablar de artes que, con el paso del tiempo, se han unido, se han hermanado, al grado de crear una de las más íntimas complicidades en la historia de la expresión artística humana. Podríamos hablar de un largo recorrido desde el nacimiento del cine y, en cierta forma, lo haremos pues, antes que nada, el cine es la realización de los sueños literarios del autor a formas tangibles que son capaces de superar cualquier fantasía creada por el lector o, en muchos casos, por el mismo autor. Así que, sin más preámbulos, vayamos pues, y descubramos que los libros también se leen a 24 cuadros por segundo.
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Primera Parte.
HACIENDO EL AMOR ENTRE HOJAS Y CAMARAS


Los primeros teatros cinematográficos, lejanos a lo que hoy conocemos como salas, tenían la magia y el misterio de los sonidos creados por un piano emocional, mientras que Pearl White enfrentaba sus peligros o Francis Bushman rompía los primeros corazones. Ahí, en el nacimiento de la cinematografía se creó un reino de fantasía infantil que se situaba en los pequeños recovecos de la imaginación de la audiencia y lo era, en su totalidad, a la historia que se contaba por medio de aquellos arcaicos letreros de explicaciones. Eran los tiempos en los que Mary Pickford o Douglas Fairbanks podían juntar a cientos de miles de personas para recibirlos en un aeropuerto en Londres o Los Angeles, porque la creación cinematográfica era, en su novedad, una nueva era de aventuras que, si bien nacían casi en su totalidad en Hollywood, eran historias universales de amor, búsqueda y aventura.

Es a Thomas Alva Edison a quien se le da el crédito de las películas, a pesar de que en lo consideraba su invento algo para tomarse enteramente en serio pues, como muchos otros, consideraba que las películas eran una moda pasajera que, al cabo de algunos años, cesarían de existir. Cuando Edison inventó el Kinetoscopio, sus películas eran simples rollos de menos de un minuto en los que, a través de la óptica del movimiento, uno podía observar un bebé tomando un baño o una escena de una pelea de box. De los días en los que Edison creó el primer estudio cinematográfico (el estudio se llamaba The Black Maria y fue creado con $637USD[1]) para surtir las maquinas de Kinetoscopio, a la creación de verdaderas películas con argumentos, no pasó mucho tiempo. Y fue, de hecho, el mismo estudio de Edison quien las crearía.

En los primeros días del cine, más allá de Auguste y Louis Lumiere, hubo quienes descubrieron la capacidad de las imágenes para contar historias y crearon obras literarias que podrían ser contadas con ayuda de las imágenes. Alexander Black (quien después sería conocido como un gran escritor) descubrió el photoplay, técnica en la que una serie de imágenes fotográficas eran proyectadas utilizando una maquina de linterna, y estas imágenes ilustraban una historia que Black leía desde el escenario. Cada una de las imágenes (cuatro por minuto) avanzaban en la acción con el relato de Alexander. Para su primera película escribió 14 mil palabras y utilizó como personaje a una reportera llamada Miss Jerry. El guionismo para cine, había nacido.
A pesar de que las primeras películas filmadas eran tan simples como un estornudo de Fred Ott, asistente del Laboratorio Edison de West Orange[2] (que pueden ver en http://www.youtube.com/watch?v=8PaJ1r0udvQ) o el Baile de la Mariposa de Anabelle –que luego se convertiría en una de las primeras bellezas glorificadas de Florenze Ziegfield y se le conocería como Annabelle Whitford[3]–, para el año 1896 (un año después de la introducción del cinematógrafo de los hermanos Lumiere) visionarios como William Kennedy y Lauie Dickinson (que habían sido socios de Edison) formaron la American Mutoscope and Biograph Company, dedicada a crear películas con argumento, gracias a guiones de pioneros como Charles Pathé, Leon Gaumont y Georges Melies, entre otros. Estas creaciones dieron paso a un fenómeno que alimenta al cine desde sus inicios: la adaptación cinematográfica de obras literarias clásicas.
El miércoles: El cine y las historias por contar...

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[1] Blum, Daniel. A Pictorial History of the Silent Screen. Spring Books, 1962.
[2] Enciclopedia del Arte Salvat. Tomo 4. Historia del Cine. Edit. Salvat.
[3] Blum, Daniel. A Pictorial History of the Silent Screen. Spring Books, 1962.
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Nos vemos,

D

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